Mamá, lo estás haciendo bien

El sentido de culpabilidad está siempre presente en la maternidad, las dudas, el ¿lo estaré haciendo bien?, o el ¿qué hago mal? Continuamente nos juzgan, nos dan consejos no pedidos, nos hacen sentir mal...
La televisión, las redes sociales, el cine o los personajes públicos, nos idealizan una etapa que está llena de baches, de sombras, de dudas y de miedos.
Hoy estoy aquí para decirte, que LO ESTÁS HACIENDO BIEN, de verdad, respira.
Independientemente de si das lactancia materna o biberón, de si alimentas a trozos o con puré, de si porteas o no, de si haces colecho o tu bebé duerme solo... da igual, lo estás haciendo bien.
Y estoy segura de ello, porque me estás leyendo, porque te estás informando y porque estoy segurísima de que te preocupas por tu hijo. La información (siempre la buena información) es poder, y el empoderamiento nos da fuerzas para seguir adelante en momentos de flaqueza.
Vuelvo a repetir (por si no lo digo bastante) lo contenta que estoy con las mamis que forman parte de la Tribu de Ranas y Renacuajos, porque nos apoyamos y nos ayudamos sin juzgarnos, y eso, es muy importante.
Cada madre, cada niño, cada familia y cada circunstancia es diferente, y tenemos en mente que sólo hay una forma de hacer las cosas bien: la mía. Y esto no es así.
Cada madre vive y siente de una manera, y todos los niños florecen, pero no todos lo harán como rosas, unos florecerán en forma de margarita, de narciso, de lirio o de cactus, pero todos lo harán a su ritmo y a su manera.
Trata a tu hijo como quieres que te traten a ti, y si te gusta que te hablen con amor, háblale con amor. Al final nuestros hijos son un reflejo nuestro, y para ellos, lo normal va a ser lo que vean de manera diaria. Si lo que ven es respeto y comprensión, así será como se comporte con su entorno, y si lo que ven son insultos y desprecios, para ellos esa será la manera correcta de relacionarse con el entorno.
Evidentemente llevamos una mochila de cómo nuestros padres nos educaron (en muchas ocasiones con amenazas, gritos y golpes), y a veces, podemos flaquear, nadie es perfecto, igual que mi hijo de 3 años pilla unas rabietas del demonio, yo también tengo derecho a explotar y enfadarme, pero como adulta, sé como gestionar ese enfado mejor que mi hijo, y eso es un gran aprendizaje para él, porque entiende que estás enfadada, y que lo gestionas de determinada manera.
Y ahora entro en el tema que me toca: la nutrición.
Si quiero que mi hijo coma brócoli, pues yo tengo que comer brócoli, no es tan difícil de entender.
El ejemplo siempre es la mejor enseñanza en cualquier aspecto de la vida, y todos aprendemos por imitación, por lo tanto debes asumir tu papel de líder y hacer las cosas como quieres que los demás las hagan.
Deja fluir, abraza tus sentimientos, y vive. Despéinate. Tus hijos no recordarán tus canas, ni tus uñas astilladas, ni tus kilos de más ni tus ojeras, pero si recordarán esa excursión, ese día en la playa, esas tardes de juego, y sobre todo, recordarán como les hiciste sentir en aquel momento, o en aquel otro, cuando te necesito si estabas o no.
La maternidad no es glamurosa, las noches sin dormir son muy duras, es muy duro cargar con esa personita durante años, pero vale la pena, de verdad. Luego ya no querrán tus brazos tanto como ahora (aunque siempre te va a necesitar), y si creas un vínculo de confianza, cuando tenga algún problema serio, acudirá a ti, porque sabrá que tú estás ahí.
Y ya me he ido de nuevo del tema de la alimentación, pero es que esa confianza es tan importante...
También en la comida, porque de mayor te dirá cosas como "qué suerte que no me obligaste a comer champiñones, he podido descubrir por mi mismo cómo me gusta comerlos" si les obligas a hacerlo su cerebro cuando ve un champiñón dice "¡oh no! eso es aquello que nos obligaban a comer, no nos gusta, aleja eso de mi vista"
Recuerda que la maternidad no es glamurosa, escucha a tus tripas y sigue tu instinto, porque repito: LO ESTÁS HACIENDO BIEN